Pantanos de Plestia

Segunda Guerra Púnica (Segunda Parte)

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Batalla Naval de Lilibea

Mientras tanto, la armada cartaginesa daba el primer golpe por mar con una flota de 20 quinquerremes, cargados con 1.000 soldados, incursionando en las islas Eolias. Otro grupo de 8 naves que surcaba el estrecho de Mesina encalló en esta área. La flota siracusana, por ese entonces en Mesina, capturó tres de los barcos sin resistencia. Cuando de su tripulación los sicilianos obtuvieron la información de que una flota cartaginesa iba a atacar Lilibea, Hierón II alertó al pretor romano Marco Amelio en Lilibea.

La flota cartaginesa fue obstaculizada por el mal tiempo y tuvo que esperar para comenzar su actuación. Aunque los romanos sólo tenían 20 barcos presentes en Lilibea, el pretor, luego de recibir la advertencia de Hierón II de Siracusa, los aprovisionó para una larga travesía y puso un adecuado contingente de legionarios romanos a bordo de cada nave antes de que apareciera la flota cartaginesa. También puso centinelas a lo largo de la costa para advertir la llegada de los barcos enemigos. Los cartagineses habían interrumpido su jornada a la altura de las islas Egadas, y cuando salieron rumbo a Lilibea en una noche iluminada, intentaron hacer coincidir su llegada con la madrugada. Los centinelas romanos los descubrieron mucho antes de que llegaran a la costa. Cuando los barcos romanos zarparon a su encuentro, los cartagineses redujeron su velocidad y se quedaron en mar abierto. Estos superaban en número a los romanos, pero sus naves transportaban pocos soldados. Confiando en sus fuerzas, los romanos intentaron cercar las naves cartaginesas, mientras que éstas trataron de evadir la persecución romana para embestirlos desde otra dirección. En la confusión, los romanos embarcaron en las naves cartaginesas, capturaron siete de éstas y tomando 1.700 prisioneros. Los restantes barcos cartagineses se retiraron.

Así Roma frustró el intento de los cartagineses de establecer una base en Sicilia. El cónsul Sempronio Longo arribó poco después con su flota y ejército a Sicilia. Navegó con sus naves a Malta, donde capturó la isla y tomó 2.000 prisioneros, junto con la guarnición cartaginesa del lugar. Entre tanto, un contingente cartaginés había navegado y realizado una incursión en el territorio de Brucia. Sempronio recibió las noticias de la batalla del Tesino y fue convocado por el Senado romano para ayudar a Publio Cornelio Escipión. El cónsul dejó 50 barcos en Lilibea bajo el mando de Marco Amelio, otros 25 en Bruttium, y luego envió su ejército por tierra y por mar a la Romaña (Italia central) para reforzar a Publio Cornelio Escipión que había sido herido durante la batalla anterior.

Aníbal, gracias a sus hábiles maniobras, estaba en posición de contrarrestar a Sempronio pues controlaba la carretera que el cónsul debía seguir si quería unirse a Escipión. Aprovechando la situación, Aníbal tomó por traición Clastidium, actual Casteggio en Lombardía, donde halló grandes cantidades de suministros para sus hombres. No obstante, este éxito no fue completo; aprovechando la distracción del cartaginés, Sempronio avanzó y logró unirse a Escipión. Apenas llegó este a la zona, su caballería tuvo una refriega favorable con los forrajeadores púnicos que le hizo ganar confianza.

El invierno de diciembre del año 218 a.C. era particularmente frío y nevoso. Escipión aún estaba recuperándose de las heridas recientes pero Sempronio deseaba entablar batalla lo antes posible debido particularmente a que la época para la elección de los nuevos cónsules estaba cerca. Sempronio realizó los preparativos para una batalla a gran escala sin hacer caso de la precaución que mostraba Escipión para enfrentarse a Aníbal. La fuerza del cartaginés acampó alrededor del frío y crecido río Trebia.

«Un lugar entre los dos campamentos, completamente plano y sin árboles, atravesado por un arroyo con los bancos escarpados, con una densa vegetación que incluían zarzas y otras plantas espinosas, y aquí él propuso colocar una guarnición para sorprender al enemigo. Aníbal, que mediante el uso de espías galos había encontrado un lugar adecuado para tender una emboscada, envió a 1.000 jinetes de la caballería sagrada y a 1.000 infantes bajo el mando de su hermano menor Magón Barca para que se ocultaran durante la noche. A la mañana siguiente, Aníbal envió a su caballería númida al otro lado del Trebia con la orden de hostigar al campamento romano y después retirarse, para de esta manera atraer a los romanos hacia un lugar donde el destacamento de Magón pudiera aparecer y atacar en el momento oportuno.»

Batalla del Trebia

Los jinetes númidas lograron captar la atención del campamento romano y Sempronio envió a su caballería para perseguirlos. Poco después ordenó al su ejército entero de más de 20.000 infantes, 4.000 jinetes auxiliares y 3.000 aliados galos avanzar hacia el ejército cartaginés. Aún era muy temprano cuando las legiones cruzaron el Trebia y los romanos aún se hallaban somnolientos, sin haber desayunado y temiendo lo peor. Los cartagineses, por otra parte, se habían alimentado bien y antes del combate se habían untado con aceite para protegerse del frío. Aníbal dispuso a su ejército en óptimas posiciones en un campo de batalla que él mismo había elegido. Colocó una línea de infantería ligera de 1.000 hombres y detrás de ellos dispuso la fuerza principal de infantería compuesta por unos 20.000. A su vez, varios escuadrones de caballería, sumando aproximadamente 10.000, se situaron en los flancos de la columna principal de infantería con elefantes en cada lado. Sempronio ubicó a su ejército en formación de quincunx, compuesta por tres líneas, colocando a los vélites al frente, la caballería en los flancos y a los guerreros galos aliados de Roma a la izquierda de las legiones.

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La infantería ligera romana, que tomaba el papel de pantalla del grueso de las legiones, fue la primera en entrar en combate, pero los velites, mal preparados para la lucha cuerpo a cuerpo, fueron fácilmente dispersados. Después de que estos se retiraran entre los espacios de la línea romana, los hastati y los prínceps tomaron su lugar y se enfrascaron en el combate contra los cartagineses. Mientras los legionarios seguían luchando cuerpo a cuerpo, la caballería cartaginesa en ambas alas se enfrentó a sus equivalentes romanos, a los que superaban en un elevado número. Gradualmente los jinetes romanos fueron obligados a retroceder más y más dejando a la infantería romana cada vez más expuesta. Mientras tanto Aníbal envió a todos sus elefantes para atacar a los galos aliados de Roma, los cuales, como nunca habían visto tales criaturas, se desmoralizaron y huyeron. Con la caballería romana derrotada y en plena fuga, los escuadrones de caballería cartaginesa atacaron sucesivamente los ya desprotegidos flancos romanos. Al mismo tiempo, la fuerza oculta de Magón Barca emergió de su escondite y cayó sobre la retaguardia romana. La moral del ejército de Sempronio se encontraba muy baja debido al frío, la presencia de los elefantes cartagineses y la derrota de su caballería, y al ser atacados por todos los flancos, la moral se perdió totalmente; las legiones rompieron filas y comenzaron la huida.

Cientos de soldados romanos fueron abatidos sobre el terreno y pisoteados por los elefantes, otros tantos se ahogaron intentando cruzar el río para salvarse. Los restantes, atrapados entre las fuerzas de Aníbal, fueron masacrados. Los supervivientes huyeron en desbandada pero fueron capaces de reorganizarse y lograron retirarse hasta la cercana ciudad de Plascencia. De nuevo Aníbal había logrado una importante victoria, esta vez tras enfrentarse a dos ejércitos romanos completos.

Los romanos se retiraron dejando a Aníbal el control del norte de Italia. El apoyo de las tribus galas y ciudades italianas no fue el esperado y muchos terratenientes romanos quemaron sus hogares para evitar el saqueo cartaginés.

Los romanos, consternados por la derrota, inmediatamente hicieron planes para enfrentarse de nuevo a los invasores. Sempronio volvió a Roma y fue juzgado por supuesta negligencia, pero fue absuelto, en parte por la declaración a su favor de Escipión. El año siguiente los nuevos cónsules elegidos fueron Servilio Gemino y Cayo Flaminio Nepote, el último de los cuales conduciría al ejército romano a la batalla del lago Trasimeno.

Batalla del Lago Trasimeno

La batalla del Trebia fue una llamada de atención para los romanos. Aunque no estaban convencidos aún de que existiera una auténtica emergencia, y que por lo tanto no era necesario nombrar un dictador (único magistrado capaz de dirigir legalmente un ejército de cuatro o más legiones), reclutaron un contingente de 13 legiones, ocho de las cuales estaban posiblemente asignadas a la península itálica: una en Tarento, dos en Roma, una en Umbría con Cayo Centenio, dos en el ejército consular de Cayo Flaminio Nepote y dos en el ejército consular de Cneo Servilio Gemino. Después de las derrotas de los anteriores cónsules, Flaminio se desplazó a Etruria siguiendo al ejército de Aníbal, que había abandonado la Galia Cisalpina con rumbo al Sur, atravesando para ello los Montes Apeninos. Mientras, su colega de consulado Gémino quedaba en la Galia Cisalpina castigando a los galos que habían prestado su apoyo a los cartagineses..

A pesar de la reciente victoria, el ejército de Anibal se encontraba con algunos problemas. Sus aliados galos desconfiaban de él, por lo que ante una posible traición, Aníbal usaba disfraces y pelucas para evitar ser reconocido entre las tropas. Si bien las incorporaciones de estos nuevos aliados fueron masivas (no menos de 20.000 infantes y 4.000 jinetes), la calidad de los mismos era inferior a la de los veteranos hispanos y africanos del ejército cartaginés. Su infantería estaba peor armada y equipada que la romana, aunque con los equipos capturados en Trebia pudo mejorarse especialmente la de origen africano. Para empeorar las cosas, todos sus elefantes supervivientes de Trebia, excepto la montura de Aníbal, habían muerto debido a una fuerte ventisca.

Flaminio se encontraba cerca de Arretio (al suroeste de Pisa), esperando ver que ruta tomaba Aníbal hacia el sur. El cartaginés comenzó a provocarle, asolando la campiña vecina a Arretium y dirigiéndose entonces hacia el Sur donde alcanzó el Lago Trasimeno. El cónsul, soldado de experiencia pero demasiado impulsivo, comenzó a seguirle de manera descuidada. Mientras el ejército de Gemino permanecía en la Galia y comenzaba a moverse hacia el Sur para unirse al seguimiento de las fuerzas púnicas, el ejército de Flaminio llegó a las cercanías del lago.

Aníbal eligió el punto en que la carretera de Malpasso recorría la orilla norte del Lago Trasimeno, un lugar donde se convertía en un estrecho desfiladero entre las montañas que descendían desde el este. Dispuso sus tropas a cubierto en las colinas boscosas al norte y después envió un pequeño destacamento aún más al norte, a las colinas septentrionales de Tuoro, para encender hogueras y convencer así a los romanos de que sus tropas se encontraban más abajo del río.

A la mañana siguiente, Flaminio levantó el campamento y reanudó la persecución de Aníbal en una densa niebla matutina. Moviendo el ejército en columnas a lo largo de la orilla y sin caballería al frente, entró directamente en la trampa. Las tropas del cartaginés descendieron desde las colinas en una marea de hombres y caballos, arrasando el flanco romano, bloqueando la carretera  y cortando la retirada enemiga.

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La emboscada de Aníbal, con los cartagineses en azul

Los romanos no pudieron adoptar su formación de batalla y se vieron obligados a luchar por sus vidas. Divididos en tres bloques, el más occidental fue atacado por la caballería cartaginesa y empujado al interior del lago, lo que dejaba al resto del ejército rodeado. El centro, donde se hallaba Flaminio, logró mantener el terreno durante unas tres horas de combate pero se derrumbó finalmente contra los aliados galos de Aníbal. El cuerpo del cónsul nunca fue encontrado.

Aníbal destruyó completamente el ejército enemigo, 15.000 romanos murieron (muchos de ellos ahogados tras ser empujados hacia el lago) y 10.000 más fueron apresados. Un grupo de 5.000 que pudo abrirse paso entre las líneas cartaginesas fue finalmente rodeado en una colina vecina por la caballería púnica mandada por Maharbal y aceptó rendirse a cambio de su libertad. Aníbal no reconoció a su subordinado con autoridad suficiente para tomar tal decisión y decidió capturarlos también como prisioneros.

Batalla de los Pantanos de Plestia

Aún existían más obstáculos para Aníbal antes de poder llegar a Roma. El otro cónsul, Servilio Gémino, enterado de la presencia de los púnicos en Etruria, puso en marcha a su ejército a través de la vía Flaminia para auxiliar a su colega sin saber de la reciente masacre. Además, el propretor Cayo Centenio tenía bajo sus órdenes en la adyacente Umbría un contingente de entre 4.000 y 8.000 hombres. Este estaba situado junto a los pantanos de Plestia y su misión consistía en bloquear el paso hacia el Adriático desde Etruria.

Había adicionalmente otra barrera física importante: la vía Flaminia tenía un puente sobre el rio Nar en la localidad de Narnia que por lógica sería destruido por los romanos antes de que Anibal pudiera cruzarlo. Vadear el Nar con una fuerza romana cerca implicaba un riesgo elevado.

Antes de intentar cualquier progreso hacia el sur, Aníbal decidió eliminar el contingente de Cayo Centenio, para lo cual se dirigió hacia el lugar donde este se encontraba. Una vez observó la posición de bloqueo, ordenó a Maharbal que se adelantase con una fuerza de caballería y de infantería ligera con la cual debía esa noche encontrar un paso entre las montañas mientras él aguardaba frente a los romanos con el grueso de sus tropas. Cuando estimó que Maharbal había flanqueado la fuerza enemiga, el general cartaginés atacó frontalmente a Centenio mientras por su espalda aparecían las fuerzas de Maharbal. Los romanos, rodeados por todas partes, comenzaron una precipitada huida.

A pesar de la victoria y las peticiones de sus generales, Aníbal no procedió al asedio de Roma, dado que, aparte de que carecía de maquinaria de asedio y no poseía una base de aprovisionamiento en Italia central, contaba con debilitar la fuerza de resistencia de Roma destruyendo una y otra vez lo mejor de su ejército. Por lo tanto, se dirigió hacia el sur de Italia con la esperanza de incitar una rebelión entre las ciudades griegas, lo que le permitiría contar con mayores recursos económicos para vencer a los romanos. Marchó a través del Piceno hacia la costa del Adriático, alcanzando Herita diez días después de haber partido del Lago Trasimeno. En ese lugar dio descanso a su ejército, que por entonces sufría de escorbuto, equipó a sus tropas libias y africanas con las armas capturadas a los romanos y las sometió a un entrenamiento intensivo.

Mientras tanto, el veterano Fabio Máximo había sido nombrado dictador romano, un cargo de autoridad suprema que se utilizaba solamente en momentos críticos. Su primer acto como dictador fue llamar a los romanos a un solemne sacrificio y súplica a los dioses y después hacer que Lacio y los distritos vecinos fueran inutilizables para el enemigo.

Fabio comenzó a trabajar en la restauración de la moral del pueblo romano, así como de las defensas de Roma. Las murallas fueron reparadas y Minucio, su jefe de caballería, fue encargado de reclutar dos legiones romanas y dos aliadas, así como unidades de caballería auxiliar. Las ciudades latinas sin murallas recibieron órdenes de ser abandonadas, y sus habitantes se desplazaron a ciudades con protección. Además, algunos puentes fueron demolidos para dificultar el cruce a los cartagineses.

Fabio se tomó un cuidado muy meticuloso en la observación de todos los procedimientos religiosos vinculados a los asuntos de estado, así como de todos los procedimientos civiles, tras haber culpado por la derrota anterior precisamente a la inobservancia de estas cuestiones. Una vez quedó claro que Aníbal no marchaba hacia Roma, Fabio ordenó al ejército de Cayo Servilio que avanzase a Lacio, y él mismo abandonó Roma para tomar el control. Luego se unió al recién reclutado ejército de Minucio y marchó a lo largo de la vía Apia hacia Apulia.

Aníbal, mientras tanto, marchó en dirección sur. Su ejército descansado, con la salud recuperada, re-entrenado y re-equipado, fue dejando un rastro de desolación a lo largo de la Italia central a medida que arrasaban la zona para tomar el grano, el ganado, las provisiones y suministros que necesitaban durante su marcha. Aníbal siguió la planicie costera y luego se dirigió al oeste. Ya cerca de Arpi, el ejército romano bajo el mando de Fabio tomó contacto con el ejército cartaginés y acampó en Aecae, a seis millas del campamento enemigo. Aníbal formó a su ejército y ofreció batalla, pero Fabio permaneció en su campamento.

Durante los siguientes meses Fabio utilizó la táctica que sería conocida más adelante como estrategia fabiana, y que le supondría ganar el sobrenombre de «Cunctator» (el Retrasador). Daba igual qué tipo de provocación emplease Aníbal, el ejército romano siempre se negaba a entrar en combate abierto, vigilaba a los cartagineses desde la distancia, cortaba su línea de suministros y maniobraba para controlar el terreno elevado y eliminar con ello cualquier ventaja que la caballería cartaginesa pudiera tener.

Con esta estrategia Fabio dejó la iniciativa en la contienda a Aníbal; aunque no fue capaz de detenerle en el saqueo y destrucción de propiedades romanas, consiguió que su ejército ganase experiencia de combate y permaneciese intacto. Además, la amenaza de la intervención del ejército de Fabio permitió que sus aliados latinos no tuviesen tentaciones de pasarse al bando enemigo.

Aníbal marchó al oeste, hacia Samnio, y luego se desplazó a Benevento, asolando los territorios por los que pasaba. Fabio siguió cautelosamente a Aníbal, manteniendo a sus tropas en terreno elevado frente al enemigo. Desde Benevento, que cerró sus puertas al ejército cartaginés, Aníbal se dirigió al norte a capturar una ciudad cuyo nombre pudiera ser Venosia o Telesia. Desde ahí atacó en dirección sudoeste a través de Allifae, Callifae, cruzando el río Volturno hacia Cales y luego hacia la llanura cerca de Casilinum. Aníbal dio rienda suelta a sus soldados en esas tierras tan ricas, y a lo largo del verano recogió un interesante botín de ganado, grano, suministros y prisioneros.

Batalla del Ager Falernus

Ager Falernus se extendía al sur del Lacio y al norte de Capua. Fabio reforzó Casilinum y Cales al sur de Ager Falernus. Minucio tomó posición al norte de la planicie para poder vigilar tanto la vía Latina como la vía Apia, y Taenum también fue reforzado con una guarnición. El ejército principal romano acampó cerca del monte Masico, al norte de la llanura que se encontraba al oeste de la posición de Minucio preparado para salir en defensa de su posición. Se envió un destacamento de 4.000 hombres para vigilar los puertos de montaña del monte Calícula hacia el este de la llanura cercana a Alifae y con ello, los romanos lograron encerrar a los cartagineses en la llanura.

Aunque había ocho posibles rutas para salir del Ager Falernus, cinco de ellas quedaban bloqueadas por encontrarse todos los puentes del río Volturno en manos romanas. Por ello, sólo había tres posibilidades de escape para los cartagineses. Parecía que Aníbal sólo podía atacar directamente la posición romana para escapar y que la única cuestión que quedaba en el aire era si elegiría esa peligrosa maniobra antes o después de quedarse sin suministros.

Mientras tanto Fabio había vuelto a Roma para hacerse cargo de una serie de deberes religiosos. Además de esa excusa formal, necesitaba visitar la ciudad para poder defender su estrategia militar puesto que los daños que Aníbal estaba causando en las propiedades romanas empezaba a hacer mella en los terratenientes de la aristocracia.

Aníbal, una vez que hubo completado su misión de saqueo y no queriendo pasar el invierno allí, decidió dejar la llanura. Los romanos, guiados por Fabio, seguían negándose a atacar a pesar de las provocaciones. Por su parte, Aníbal no deseaba sufrir muchas bajas en un enfrentamiento frontal contra los campamentos fortificados romanos ubicados en las zonas más altas. Por lo tanto el ejército cartaginés se desplazó al este a través del paso cerca del monte Calícula, por el cual habían entrado a la llanura. Fabio anticipó el movimiento y bloqueó el paso con 4.000 hombres, acampando cerca con el ejército principal y el contingente de Minucio.

Aníbal se preparó cuidadosamente para romper la trampa en la que estaba metido. El día antes de la batalla hizo comer a sus hombres una buena cena y les hizo irse a dormir temprano mientras que dejaban encendidas las hogueras de los campamentos. Se seleccionaron 2.000 bueyes de entre el ganado capturado, junto con 2.000 no combatientes que guiaran los animales y 2.000 soldados de infantería que guardasen al grupo. En los cuernos de los bueyes se ataron maderos secos y ramas en forma de antorchas. Bajo el campamento de Fabio en el este, y al noroeste del paso, a los pies del monte Calícula, había una elevación. Los lanceros cartagineses debían capturar ese risco y mantenerlo.

En la hora establecida, después de que la tercera parte de la noche había transcurrido, el ejército cartaginés se movilizó y se preparó para la marcha lo más silenciosamente posible. Las fuerzas escogidas con el ganado marcharon hacia su destino y cuando se acercaron lo suficiente encendieron las maderas y antorchas atadas a los cuernos de los bueyes. Los animales, asustados, corrieron en estampida provocando un gran estruendo que, junto con las llamas, atrajo la atención de los romanos ubicados en el campamento de Fabio, al igual que la del destacamento que guardaba el paso, pero las reacciones de estas dos fuerzas sería muy distinta.

Fabio se negó a salir a pesar de los ruegos de sus oficiales y de su segundo al mando. El ejército romano permaneció en guardia pero no salió a enfrentar al enemigo. Fabio no deseaba luchar una batalla nocturna, temiendo algún truco púnico que buscase hacer luchar a los romanos en una batalla sobre terreno desigual y en donde la infantería romana perdería ventaja al estar dispersas sus filas y la comunicación. Sin embargo, la fuerza romana de defensa del paso sí que se lanzó al ataque sobre lo que pensaban que era el ejército cartaginés que intentaba sobrepasar su posición para escapar.

Tan pronto como los romanos abandonaron su posición, el ejército principal de Aníbal abandonó el campamento. La infantería africana iba a la cabeza, la caballería y el ganado les seguían y los aliados celtas e iberos cerraban la marcha. El ejército atravesó el paso sin problemas, puesto que Fabio no salió a su encuentro. Por su parte, la fuerza romana que atacaba a la avanzadilla cartaginesa se vio descolocada cuando se encontraron con los animales. Éste salió en estampida rompiendo sus líneas, con lo que los lanceros cartagineses pudieron emboscarles. Cuando ya empezaba a amanecer, apareció una unidad de iberos, expertos en guerra de montaña, que mató a más de 1.000 romanos y logró rescatar a los lanceros y no combatientes cartagineses, así como a parte del ganado.

La imagen política de Fabio comenzó a desgastarse a partir de este incidente, que supuso un incremento en Roma del descontento con respecto a sus tácticas militares; se sospechaba incluso que quería prolongar la guerra para mantener el mando y fue acusado de cobardía, de incapacidad, e incluso de traición, incluso cuando este usó la producción de sus haciendas para rescatar prisioneros romanos. Por el contrario, el propio Aníbal apreciaba el comportamiento de Fabio. Este, tras escapar de la trampa en la que se había metido, marchó al este hacia Apulia arrasando las propiedades romanas a voluntad. Fabio siguió manteniendo una cautelosa táctica de seguimiento, a la vez que ordenaba quemar ciudades y arrasar los campos que se encontrasen al paso de Aníbal, ya que al contrario de los romanos, no contaba con una cadena de suministros para su ejército, por lo que esta táctica le quitaba los recursos a los que podía acceder obligándolo a abandonar la zona. Marchó al este, a través del Samnio y hacia Apulia, y eligió la ciudad de Geronium como su base invernal.

La batalla en sí fue más pequeña que la batalla del Ticino. Aunque Fabio no cayó en las trampas preparadas por Aníbal, su fuerza de bloqueo sí lo hizo. Leonard Cottrell, en su libro «Anibal: Enemigo de Roma», escribió que el truco fue diseñado para ser reconocido por Fabio. Aníbal supuestamente habría estudiado la mente de su oponente y preparó un plan para hacerle actuar exactamente como necesitaba que lo hiciese. Fabio pensó que Aníbal intentaba hacerle luchar una batalla nocturna en territorio desigual, en donde la infantería romana perdía sus mayores ventajas, la disciplina, el trabajo en equipo, y una formación organizada. Dado que Aníbal estaba eligiendo la hora y el lugar del enfrentamiento, era muy posible que tuviese preparadas otras sorpresas para ganar más ventaja a los romanos, por lo que Fabio hizo lo que Aníbal esperaba: nada.

Por su parte, los romanos que guardaban el paso y que no tenían a Fabio para dirigirles, pensaron que hacían su trabajo cuando salieron a evitar la huida cartaginesa. Una vez más, actuaron como Aníbal había anticipado. Parece ser que ambos comandantes seguían de alguna forma una de las observaciones de Sun Tzu: «Una batalla que se evita no puede perderse«.